Historia

ilustración por Andrés G. Palomo




Recuerdos   por Amelia Rodero




Sí,  sé que no fuimos los únicos en quedar fascinados.


         Aquel día, ¿hace 25?, Chamoso y yo mirábamos las grandes placas y sus fisuras dibujando posibilidades: aquí, allá, así, asao… Nos preguntábamos qué historia escondía esa cuerda que bailaba con el viento. Imaginamos laberintos tras una pequeña cueva.

         Después…
después de muchas estaciones me veo en su base, bebiendo agua a 40ºC con Dylan, esperando que Antonio saque el primer largo.
Por entonces, algunos escaladores decididos y potentes ya habían recorrido varias difíciles líneas en distintos estilos. Otros dejaron un embrión. Pero Antonio tenía un sueño, y algunos quisimos compartirlo: Andrés y Chechu abrieron el que sería el segundo largo de esa vía, que iba a ser el montacargas que ayudara a equipar las demás.
 Nos embelesábamos con las arrugas de la Peña.

Cuando se terminó con Amigos, Reencuentro y Siblatha cayeron como fichas de dominó… eso sí, con mucho esfuerzo. Porteos y porteos, días con el arnés clavado en la cintura y la Gilti en el hombro, ensayos, jumareos… inolvidables los tanques de café que Mavil se metía en el cuerpo.

Un día,  la cola de aéreas agujas que bajan hasta la carretera me hizo un guiño.  Pensé: Dos larguitos…  a mi medida.
Marisa y yo disfrutamos de lo lindo abriendo la ruta que nos llevó a la cresta y a la cabecera de las vías. Hermosa cresta florida: ahí están mis mejores recuerdos y ahí, ¡yo también soñé!
Y salieron Muyeres, Fisura del Viento… Tortuga Mora… nosotras queríamos aportar nuestro granito de arena al trabajo que hacían en la pared grande. Aprendí muchísimo.

Pasó el tiempo y se incorporó Elías. Él, que 15 años antes abrió La Uña (Luquemecu) con uñas y plomos, consideró que merecía la pena reequiparla con parabolts   ¿Por qué?  Quizás 15 años de vida le hicieron cambiar su actitud hacia el riesgo.

Otros tenían otra visión, y surgió la Garrido -Torio.


Antonio seguía soñando… con Roberval, Greim, Quimera, Sicigias, Némesis.  Los buitres, curiosos, le acompañaban volando  a su lado.

¡Cómo no!       
 Entretejidos con la ilusión y el deseo de compartir la belleza, aparecieron la intolerancia y el egoísmo de lo que llamaríamos la “Ética de la Élite”,  escudándose en una idea falsa, irracional y arbitraria de  protección de la naturaleza, pensado todo para los  que quieren la montaña para ellos solos.
 Pero eso, es otra historia.