Conservación de la Naturaleza







Escalada y aves rapaces     Por Ramón Balbás1.
 

El problema de la escalada y las aves rapaces es una derivación de los apuntados problemas fruto de la presencia de personas en lugares salvajes, en los que numerosas especies encuentran refugio y tranquilidad en ausencia de seres humanos.

No obstante, en Europa apenas existen lugares en los que pueda hablarse de una ausencia total o casi total de presencia humana. Las especies de animales, y las aves rapaces no son una excepción, se han adaptado a la presencia humana, unas especies mejor que otras; así, en los tiempos actuales podemos encontrar especies de rapaces que completan ciclos de crían en ambientes tan humanizados como canteras, ya sean abandonadas o en explotación, e incluso ciudades mismamente.

Hablar de escalada y los problemas que su práctica puede generar en determinadas aves rapaces es algo que no puede hacerse de forma general. Hay que estudiar caso por caso y aplicar medidas específicas para cada uno de ellos. No todas las especies de rapaces presentan una misma tolerancia a la presencia de escaladores, y dentro de una misma especie, cada individuo, dependiendo especialmente de donde se haya criado, presenta un mayor o menor grado de toleracia. No obstante, y a título orientativo pueden aportarse algunas medidas con carácter general.

La primera medida será la de realizar estudios específicos en cada zona en donde se quiera abordar el problema. Existen numerosas empresas que pueden realizar sencillos estudios de observación para determinar el grado de tolerancia de las rapaces que usan las mismas paredes que los escaladores para criar. Las propias administraciones también pueden realizarlos de manera adecuada.

La segunda medida, en función de la tolerancia de estas parejas estudiadas y de sus ciclos reproductivos sería la de establecer medidas encaminadas a garantizar una coexistencia entre los escaladores y las rapaces sin perjuicios para ninguna de las partes, teniendo en cuenta, claro está, el grado de amenaza de las especies implicadas, y el hecho de que los seres humanos están realizando una actividad lúdica y las rapaces, en cambio, están tratando simplemente de vivir. La prioridad ha de ser clara al respecto. Las medidas a aplicar son simplemente aplicar limitaciones de acceso a determinadas vías especialmente sensibles y durante los meses del año en los que las rapaces se encuentran más ligadas a las paredes, que son los que comprenden la época de cría, y que en función de las especies varían entre diciembre y julio en el caso de máxima amplitud de este periodo.

Como hemos dicho, no es lo mismo el grado de tolerancia entre distintas especies ni dentro de cada especie entre distintas parejas. Se puede comprender perfectamente con algunos ejemplos. Hay parejas de halcón peregrino criando en balcones de ciudades, una de ellas en Santander. Los pollos que nacen en estas condiciones toleran la presencia de seres humanos a pocos metros. En cambio, los pollos de una pareja de peregrinos que se han criado en mitad de una pared sin presencia de escaladores en la Sierra de Híjar, por poner un ejemplo, se ponen en tensión y alerta cuando detectan intrusos con más de un centenar de metros. También es muy importante tener en cuenta dónde y cómo se encuentran esos posibles intrusos. No es lo mismo el efecto que pueden ejercer sobre las rapaces la presencia de senderistas por la zona, que suele ser muy bajo (muchas de las rapaces en determinadas zonas se acostumbran a ver senderistas que no abandonan los caminos señalizados y los toleran perfectamente) que el que puede ejercer un escalador que está subiendo por una pared en la que las rapaces tienen instalado su nido.

Todas estas variables hay que estudiarlas caso por caso para establecer las medidas oportunas de gestión encaminadas a conseguir la coexistencia entre rapaces y escaladores.

1  Nacido en 1976, es biólogo de fauna y flora silvestres, actualmente ejerce su profesión principalmente como profesor del Área de Ciencias Naturales en Institutos de Enseñanza Secundaria. Practica la cetrería desde 1992. Actualmente vuela peregrinos por altanería a perdiz roja en Castilla y León y es criador, habiendo obtenido sus primeros pollos con Halcón Peregrino en la temporada 2008. Socio fundador de AECCA, en 1996 entró ya como socio de la antigua UEDECA, forma parte de la junta directiva de AECCA desde la fusión con la AEC, en 2001. En esta última legislatura fue vicepresidente. Además, es secretario de la Asociación de Cetrería y Protección de las Aves de Presa en Cantabria, y mantiene lazos muy fluidos con la comunidad conservacionista española, fruto de su trabajo profesional o voluntario en este ámbito.





Alimoche



El Alimoche Común no pone reparos en engullir excrementos y restos animales, y su predilección por los cadáveres es muy acusada: los despedaza y limpia el esqueleto hasta el último jirón de carne.

Pariente de los buitres, a los que apenas se parece, en vuelo recuerda levemente, sin embargo, a la Cigüeña Blanca, a causa de la disposición de las marcas blancas y negras de sus alas.
Se trata de un ave migratoria. Al contrario de las aves jóvenes, que suelen permanecer en sus cuarteles de invierno, los adultos comienzan a llegar a España a finales de febrero y durante el mes de marzo, dedicándose intensamente a la búsqueda de un emplazamiento para el nido, a veces el mismo de años anteriores.
Anidan normalmente en abrigos situados sobre acantilados y valles recortados, donde ponen dos huevos entre Marzo y Abril en un nido forrado de pelos de animal (es común el uso de lana de oveja), ramas y huesos. Transportan estos materiales con el pico, al contrario que el resto de buitres, que lo hacen sujetándolos con sus garras. El uso intensivo de pesticidas puede reducir la puesta a un sólo huevo, como ha ocurrido en varias zonas de España y Portugal donde hoy en día se encuentra en declive, sobre todo por la utilización ilegal e indiscriminada de venenos prohibidos. Solamente sobrevive un pollo que abandona el nido en Agosto y que cruzará el Estrecho de Gibraltar con sus padres. Pasará en el África Subsahariana los primeros cinco años de su vida hasta alcanzar la madurez sexual, regresando a Iberia, si logra sobrevivir, para formar una nueva familia.



Buitre Leonado






Taxonomía:  El buitre leonado (Gyps fulvus) es la más frecuente de las aves carroñeras que podemos
encontrar en España. Pertenece a la familia Accipitridae, de la que es sin duda una de las representantes con mayor envergadura. El nombre común del buitre leonado deriva del plumaje que presenta en la parte inferior del cuello y que puede asemejarse con las melenas de los leones.
Identificación:  Esta especie puede llegar a medir hasta 1 metro y pesar más de 9 Kg. Su envergadura puede superar los 2'50 metros. Su plumaje es generalmente de color marrón (más o menos oscuro dependiendo del ejemplar), con las plumas de vuelo más oscuras. Si se observa desde abajo un ejemplar planeando se podrán identificar dos líneas pálidas en el brazo. Posee un "collar" de plumas más finas de color marrón claro que le da nombre. Su cabeza y cuello son mucho más claros, desprovistos de grandes plumas. Su pico puede ser negro o gris. Vuela con las alas en forma de "V" (vista desde la parte anterior) cuando remonta, y de forma totalmente plana cuando planea. Vuela con las patas encogidas. Durante el vuelo observaremos sus anchas y largas alas terminadas con los "dedos" muy separados. La posición de sus alas y patas cambia cuando planea para acercarse a un punto donde hay carroña: encoge sus alas y deja colgando sus patas. Es una especie muy silenciosa en vuelo. En el nido o cuando se está alimentando emite jadeos prolongados y voces roncas.
Especies similares: Puede distinguirse fácilmente con el resto de grandes rapaces ibéricas. Podría parecerse al buitre negro (Aegypius monachus) pero debido a su coloración y morfología se pueden diferenciar sin problemas.
Hábitat:  Se trata de una especie que prefiere zonas montañosas ganaderas, aunque puede sobrevolar prácticamente cualquier tipo de hábitat de nuestro país. Los ambientes que ocupa con mayor frecuencia son prados de montaña, prados mediterráneos y prados alpinos y subalpinos (siempre en zonas con poca cobertura arbórea). La mayor parte de ejemplares se encuentran entre los 1.800 y 2.800 metros de altitud, aunque se han avistado en zonas de poco más de 200 metros de altitud.
Distribución: Esta especie habita desde el sur de Europa hasta Asia central, en el noroeste de África y la península arábiga. En España habita de forma permanente en muchas regiones del norte del país, y en algunas zonas de Madrid, Extremadura y Andalucía. Podemos encontrar también ejemplares invernantes y nidificantes en zonas cercanas a las mencionadas anteriormente.
Comportamiento: Nidifica en paredes rocosas formando colonias más o menos numerosas. Su alimentación básica son los restos de ganado doméstico (vacas, cabras, overas, ...) y de otros animales silvestres (ciervos, rebecos, ...), aunque en menor proporción. Se trata de una especie muy gregaria y sedentaria, que no dudará en recorrer varios quilómetros en busca de alimento. Las dispersiones de ejemplares en busca de nuevos hábitats adecuados son frecuentes. La posición que adquiere al planear para acercarse a una zona donde ha detectado carroña (alas encogidas y patas colgando) advierte al resto de ejemplares para que acudan también a alimentarse.
Amenazas: Esta especie no está en situación de amenaza. En los últimos años se habían recuperado las poblaciones gracias a la reducción del uso de venenos, el aumento en las poblaciones de rebecos y ciervos y al uso de puntos de alimentación no naturales (donde se llevan restos de animales para que se los puedan comer).
Actualmente, pero, se ven amenazados de nuevo por la presencia de nuevos venenos, líneas eléctricas, ..., por lo que se deben realizar campañas de protección de la especie para evitar una disminución de sus poblaciones.

Chova Piquigualda